Un estado suspendido, atemporal, descontextualizado, virgen, unico, irrepetible, audaz, emocionante, iluminado, brillante, lleno de instantes fugaces y también eternos: el viaje.
Llena el espíritu, responde las cuestionantes que invaden la mente constante-mente, avanza siempre y las decisiones son tomadas en el instante, el instinto está presente en ellas, el rumbo es sagrado. El camino está lleno de sorpresas, que al final no sorprenden pero eso no las hace ser menos sorprendentes. Gente se acerca a ofrecer su espacio para que pases la noche, los policías de pronto se visten de blanco y responden amablemente a tus dudas. Quizás eso ocurre sólo al sur, al sur de Chile y al sur de Argentina, quizás debiera recorrer el mundo entero para poder responder a esta reciente pregunta. El contexto; el sol, la lluvia, el calor y el frío son los amigos que te rodean, aunque probablemente tengas algunos adelante y otro más atrás en la ruta. Algunos suizos que nunca faltan con sus bicicletas equipadas con los mejores instrumentos de ciclonavegación disponibles y una voluntad admirable para ser amistosos, siempre atentos y muy buenos compañeros de ruta. Pero uno pedalea solo. Adelante de tu naríz está la línea de la ruta o la huella del sendero, o simplemente un campo nunca antes pedaleado, rocas de un río helado y la suerte que te entrega el navegar con el norte en el instinto, es realmente impresionante. Uno aprende, todo el tiempo. Cada vuelta de la rueda, cada palabra conversada con ese extraño que de pronto se te hace más familiar, el aprendizaje de la ruta es algo único. El viaje es la mejor terapia de vida. A vivir viajando! y mucho mejor y más autónomo en bicicleta! Y si comienzas por el sur de Chile o tienes que pasar por acá, sin duda la mejor parada es La posada de Pichiquillaipe.